Meditar es morir, de alguna manera

Decir que meditar es morir, de alguna manera puede sonar algo drástico, pero si partimos de la visión tripartita del ser humano dividido en cuerpo, alma y espíritu se puede comprendermejor.

Visión tripartita del ser humano en relación con la meditación

En la imagen del ser humano que nos regaló Rudolf Steiner podemos que este esta compuesto de tres partes integradas:

Puedes verlo en este vídeo

Cuerpo

El cuerpo físico, aquel que vemos está compuesto por una parte material que hemos tomado prestada de la tierra y que la devolveremos nada morir.

Este cuerpo nos permite entrar en contacto con el mundo gracias a la existencia de los sentidos. Ya que es, a través de ellos como percibimos la realidad del mundo sensorial para elaborar nuestras representaciones mentales.

Tras la muerte, al abandonar nuestro cuerpo ya no tendremos más capacidad de percibir.

En la meditación trascendemos nuestro pensar y llegamos a poder crear nuestras representaciones más allá de los sentidos. Mediante esta imagen ofrecida es dónde podremos abrazar la idea de que meditar es morir, de alguna manera.

Rudolf Steiner en su libro «La vida entre la muerte y el nuevo nacimiento» nos comenta que tras cruzar el umbral y ya sin disponer de cuerpo y, por lo tanto sentidos, «observaremos» nuestra vida en un orden cronológico inverso a como sucedió en vida. Además lo haremos, no desde nuestra perspectiva, sino desde la perspectiva de aquellos con los que hemos interactuado. Por eso, el ejercicio de recapitulación nocturna nos resultará un buen entrenamiento para esta primera fase postmortem.

Alma

El alma es el espacio interior que vamos creando, en el que mediante el pensar vamos introduciendo las experiencias vividas. De ella parten nuestras acciones, porque es dónde se encuentran los desencadenantes de nuestra voluntad. Pensar y voluntad son mediados por nuestra querencia y nuestros sentimientos.

El alma la llevamos tras la muerte con nosotros y la vamos dejando disolver, en parte, lentamente en el recorrido que llevamos a cabo tras el paso del umbral.

Espíritu

El contenido de nuestra alma puede ser «leído» por el espíritu mediante nuestra consciencia. Y es la manera que tenemos para desarrollarnos de una forma trascendente.

Una de las maneras privilegiadas de poder llevar a cabo este proceso espiritual es mediante la meditación.

Nuestro espíritu es el que nos permite pronunciar la palabra Yo. Y al ser nuestra verdadera esencia nos permite conjugar este Yo con el ser pronunciando el Yo soy.

Esta idea fue transmitida por Steiner en varias meditaciones, valgan como ejemplo:

Meditación del «Yo soy»

Meditación-oración para unir nuestro Yo al Cristo

Excarnación en la biografía humana

A lo largo de la vida vamos experimentando la posibilidad y la invitación de ir abandonando nuestra existencia solo terrestre y poder ir trascendiendo esta.

Estas invitaciones, en ocasiones, llegan en forma de crisis biográficas, siendo la de la mitad de la vida o de los cuarenta años una de las más arquetípicas. Es el momento en que muchas personas buscan dotar su existencia de cierta trascendentalidad.

Poema de Teresa de Jesús

La mística española del siglo XVI Teresa de Jesús reflejó esta idea de abandonar el cuerpo sin morir de una bellísima manera en un poema digno de ser meditado:

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di
puso en él este letrero,
que muero porque no muero.

Esta divina prisión,
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué vida tan amarga
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.

Sólo con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo el vivir
me asegura mi esperanza;
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.

Mira que el amor es fuerte;
vida, no me seas molesta,
mira que sólo me resta,
para ganarte perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios que vive en mí,
si no es el perderte a ti,
para merecer ganarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.

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