Meditar una emoción

En ocasiones, al sentarnos a meditar nos encontramos tan tomados por una emoción que nos resulta imposible trascender nuestros mundos anímicos para adentrarnos en lo espiritual.

Para meditar una emoción:

Ser capaz de poder observarla

Lo primero es poder tomar la conciencia de que siento una emoción, pero de que no soy dicha emoción. Yo tengo la emoción, no la emoción me tiene.

Es decir encontrar un espacio que no haya sido tomado por el sentimiento, en el que se encuentre nuestro Yo, todavía ecuánime y que permita observar de una manera objetiva lo que me está ocurriendo. Buscar contactar con el observador propio, que es mi yo mismo.

Reconocerla

Parece que sabemos que emoción estamos teniendo, pero, no siempre es así. Diferenciar la rabia de la tristeza no resulta tan sencillo como aparenta. A medida que se vaya avanzando por la meditación se irán teniendo claves.

Una de ellas es la corporal. Prestar atención a la zona que se encuentra en movimiento o agarrotada nos puede brindar una pista de qué emoción se trata.

Nombrarla

Estamos todavía en el ámbito más mental, pero puede resultar muy positivo.

No vale con decir estoy triste, se puede sentir

Aflicción, pena, desconsuelo, pesimismo, melancolía, soledad, desaliento, depresión (si se mantiene en el tiempo), desaliento, desesperación….

No vale con decir estoy enfadado, se puede sentir

Ira, rabia, enfado, enojo, resentimiento, furia, indignación, irritabilidad, llegando hasta el odio y la violencia….

No vale con decir tengo miedo, se puede sentir

Ansiedad, temor, susto, preocupación, inquietud, desasosiego, incertidumbre, angustia, fobia, pánico, terror….

Lo mismo se podría decir con la alegría, el asco u otras emociones, pero no suelen ser estas las que nos impiden sentarnos a meditar.

Una vez encontrado el o los términos adecuados para delimitar aquello que estamos sintiendo podemos tratar de avanzar nuevos pasos:

Imaginar la emoción

El paso de la imaginación es propiamente imaginativo.

Se la puede dotar de un aspecto de animal ¿Qué animal sería?

Se la puede dar un rostro humano, ¿con qué edad? ¿con qué aspecto?

Si fuera un color, ¿Qué color sería?

Otras propiedades sensoriales que se le pueden atribuir imaginativamente a la emoción ¿A qué olería? ¿Qué melodía tendría? ¿A qué sabría? etc.

A partir de esta propuesta cada uno es libre de dejar volar su fantasía para tratar de poder «colorear lo más posible la emoción»

Repartirla por el cuerpo para bajarla de intensidad

Posteriormente, y si se le ha dotado de una característica fija como el color, se la puede mover por el cuerpo. Subir, bajar o distribuirla por todo el tronco desde el centro (boca estómago) y como si fuera una acuarela irla repartiéndola la par que al hacerlo va perdiendo intensidad de color. Llevarla hasta los dedos de los pies y manos y hasta el final del cabello, pero procurando no salirse de nuestros contornos.

Con la pérdida de potencia cromática, también puede llegar a reducirse la capacidad que posee para secuestrarnos emocionalmente.

Relacionarnos con ella

En el siguiente paso podemos tratar de relacionarnos con dicha emoción, llegando así al paso más inspirativo

Si la hemos dado un aspecto humano o de animal podemos iniciar un diálogo con este sentimiento.

Preguntar que información ha venido a traernos. ¿Qué la originó, y que la reforzó? A veces parece obvio pero con el tiempo uno ha podido que aquello que le originó el enfado puede encontrarse muy lejos de aquello que lo está manteniendo.

Agradecerla aquello que nos ha traído:

Si es miedo, por la protección proporcionada, o por hacernos caer en la cuenta de que nos faltan recursos para el próximo paso.

Si es rabia por la toma de conciencia de que nuestros límites fueron traspasados

Si es tristeza…, por recordarnos de que debemos dedicarnos un espacio de autocuidado, etc.

Dejar sumergir la emoción en las profundidades de nuestra alma

Tras haber movido los sentimientos, haber entrado en diálogo con ellos, etc.; se pueden dejar sumergir en el interior de nuestra alma y alcanzar así un cierto momento de calma que permita dejar una imagen nueva.

Esta imagen intuitiva trascenderá mi situación individual y puede llegar a ser mucho más universal y de cara a toda la humanidad.

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